MARCELO. UNA ELEGÍA
[Para Marcelo Reyes, 1960-2015]
1
¿Cómo se puede escribir sin fingir
como un actor que se reúne con su acto,
como un cuerpo que se reúne con su muerte?
¿Cómo se puede regresar a la misma bodega
en el sótano de tu casa,
entre las botellas de vino y los instrumentos rotos
y hombro a hombro, con otros fantasmas,
sentarnos en el sillón
y fijar la blanca cortina
de tus sueños?
¿Cómo se puede escuchar la música de tu rechazo,
tu rechazo a Buenos Aires,
cuando, al respirar,
bailas tango con la muerte?
¿Sobre ese hilo de viento
cuando hablas con la ausencia de tu madre
en el otro lado del océano,
cómo se puede, hombro a hombro,
con tu miedo
aliviar mi miedo?
2
Pero las lágrimas han de secarse,
las flores de la tumba se marchitarán;
tu bodega se encontrará abandonada
y tu cortina vacía.
Los perros de la casa
reconocen siempre tu olor,
pero ya no te esperan
detrás de la puerta.
En este lado del océano está lloviendo
y Buenos Aires no te recuerda,
pero yo no puedo
salir del recuerdo de tus brazos.
La lluvia aún me moja
pero a ti ya no te mojará.
Te quedas ardiendo
y tu calor
es toda la intensidad del exilio
-el doble tartamudeo de la existencia-
que tú vives sin cuerpo y sin lenguaje.
Y aún sin cuerpo y sin lenguaje
abrázame.
3
El corazón de tu destierro
late en mi cuerpo.
Tu rechazo es mi rechazo.
Nadie muere dos veces
y en todas las fotografías
un solo pronombre nos mira
-hombro a hombro,
borrachos y riendo.-
Un solo pronombre que recuerda
el calor de nuestras madres,
un pronombre que canta la nana
y nosotros, perdidos en la música,
intercambiamos nuestros corazones.
Tú eras mi lenguaje, Marcelo,
en las noches largas de alcohol y de recuerdos
cuando la palabra no circulaba en mi boca.
Traducías los sonetos de las distancias
con la amargura del mate, hasta la mirada y la sonrisa.
Mi corazón ya no palpita en tu cuerpo
y tu corazón me hace volar
por las alturas del abismo.
4
La roca que quebró tus huesos
era tu infancia.
Remontabas cada vez más alto
para caer más duro.
En la calles de San Juan
el viento sopla como siempre.
En los campos de Borja
ningún vino cambia su sabor.
El tiempo, en cada uno,
añade algo a la densidad de la ausencia
y la tierra entonces ya no pesa.
Desde la lejanía del lenguaje
miro tu bodega.
Los perros vienen y van,
tu olor está en todo el espacio,
en la nariz de la poesía
que mueve su cola, ladra,
se levanta a dos pies
y no te encuentra.
5
Toma tu guitarra en la uña del alcohol,
el alcohol en la copa de la pérdida,
la pérdida en los pasos de la infancia
y los pasos en la antigüedad del lenguaje.
Toma tu guitarra,
con cada melodía tu corazón
bombea sangre a mis órganos.
Remonto el viento
para caer con más fuerza
en tus brazos.
(Traducción de Mohsen Emadi y Arturo Loera.)